13 Javier Lombilla (Cantabria) Javier siempre quiso ser farmacéutico. Aprendió de la mejor, su madre, Carmen Gutiérrez, que fue la farmacéutica titular del pueblo de Vargas durante casi 30 años. En esos primeros años, la farmacia era su casa. “Se puede decir que me he criado en la botica de mi madre. Tengo muchos recuerdos de niño en la farmacia”, nos dice sonriente. Sus primeros pasos en la profesión se remontan a 2015, cuando adquirió una farmacia histórica en Torrelavega: la antigua Farmacia Ceballos, fundada en 1922 y en la cual tres generaciones de farmacéuticos realizaron una gran labor asistencial durante casi 100 años al frente. Nos confiesa que “lo que más me gusta de mi día a día es el trato humano con el paciente y ver cómo queda satisfecho con el servicio prestado en su farmacia de confianza”. La suya es una farmacia de las de toda la vida, donde se trata a los pacientes como si fueran familia, y éstos se sienten como en casa. “Lo que nos diferencia es precisamente esa cercanía y el trato humano”, asegura. Una cercanía que estuvo muy presente durante la pandemia, cuando, recuerda, “se realizó una importantísima labor de información y educación a la sociedad para intentar controlar la población afectada, así como la realización de los test de antígenos”. De lo que no hay duda es de que “tenemos una gran red de farmacias distribuidas por todo el territorio; prácticamente todo ciudadano tiene una farmacia en su pueblo”. Y de que cada vez se ofrecen más servicios, como los SPDs. Sobre ellos, Javier asegura que “hay mucha demanda, pero su elaboración requiere de mucha profesionalidad porque es delicado hacerlo, y un pequeño error puede ser muy grave”. “En los años que llevo como profesional he visto muchos fallos, de ahí la importancia de que estos servicios estén supervisados por un farmacéutico”, alerta. Por su parte, la nutrición es una rama en la que “la oficina de farmacia tiene mucho que aportar: tenemos el contacto directo con el paciente para informar, educar y ayudar”. Y, junto a ella, la dermoestética crece a pasos agigantados, pues “los tratamientos estéticos siempre requieren de productos farmacéuticos para ayudar su función y mejorar el resultado”. Además de estos servicios, en la farmacia de Javier realizan la prueba rápida de VIH, de la gripe A y B, así como la toma de tensión y medidas sanguíneas de glucosa y perfil lipídico. En otros países, servicios como la cesación tabáquica, la vacunación de la gripe o dispensar medicamentos de urgencias se realizan desde las oficinas de farmacia. La realidad es que “estamos muy cualificados para ello, pero sentimos que se nos está desaprovechando como farmacéuticos formados”. “El farmacéutico español es activo, está deseando poder realizar más servicios, pero no a coste cero”, aclara. Y es que, reflexiona, “con una red de 22.000 farmacias, duplicamos en número a las farmacias del Reino Unido: ellos tienen 11.000 y son veinte millones de habitantes más que nosotros. De ahí que debamos potenciar al máximo las posibilidades de la farmacia”. Con todo, para nuestro protagonista, el sector está fuerte y con ganas de prosperar: “Los servicios asistenciales son cada vez más demandados, la farmacia es el lugar adecuado e idóneo para llevar a cabo estos servicios, y los farmacéuticos españoles estamos deseando poder realizarlos”, concluye. “EL FARMACÉUTICO ESPAÑOL ESTÁ DESEANDO PODER REALIZAR MÁS SERVICIOS, PERO NO A COSTE CERO” Antonia Sánchez (Cantabria) La farmacia rural no solo es imprescindible para una red de oficinas de farmacias que es la más grande, cercana y accesible de Europa, sino que se consolida como agente de salud indispensable en las pequeñas poblaciones. Antonia comenzó a trabajar como farmacéutica adjunta cuando aún no existía esta figura y solamente realizaba alguna pequeña sustitución, fundamentalmente en farmacia rural. “Después, poco a poco, la figura del farmacéutico adjunto se hizo imprescindible, y ya empecé a trabajar de verdad”, empieza a relatarnos. Su paso por varias boticas le hizo atesorar experiencia hasta que compró su propia farmacia rural, “ubicada en un municipio de apenas 500 habitantes. Progresivamente la población fue bajando, el ‘medicamentazo’ de 2005 fue terrible, y eso nos puso en VEC”, recuerda, y continúa: “A partir de ahí concursé, y ahora estoy en una población de mil habitantes, aproximadamente”. Apasionada de su profesión, Antonia concibe la farmacia como servicio asistencial, no en vano, “hacemos llegar al pueblo más recóndito el medicamento que se necesita, incluso estando los pueblos incomunicados por el temporal, y con coste cero al usuario y al sistema de salud”. Pero el papel de la farmacia va mucho más allá. Con cada vez más pacientes crónicos y polimedicados, “el Sistema Personalizado de Dosificación es un servicio muy agradecido porque vemos cómo mejoran y se reducen los medicamentos que toman, a la vez que nos permite realizar un seguimiento continuo y detectar múltiples problemas relacionados con los fármacos”. >>
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