EL EXPERTO 128 Como es bien sabido, la población mundial va en aumento y los recursos de los que disponemos para sobrevivir son cada vez menores. Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), 8.200 millones de personas habitan el mundo, un número que se prevé que seguirá creciendo. Por eso, hay algunas preguntas que deberíamos hacernos, como: ¿Disponemos de suficientes recursos para poder seguir alimentándonos? ¿Podemos frenar el impacto negativo de nuestros modelos alimentarios sobre el cambio climático? ¿Es compatible un modelo alimentario saludable y sostenible? Para conseguir un modelo de alimentación sostenible, la agricultura debe poder cubrir las necesidades de las generaciones actuales y futuras, asegurando al mismo tiempo la viabilidad económica, el cuidado del medioambiente y la justicia social y económica. La agricultura y la alimentación sostenibles apoyan los cuatro pilares de la seguridad alimentaria -disponibilidad, acceso, utilización y estabilidad-, así como las tres dimensiones de la sostenibilidad: ambiental, social y económica. Por todo ello, hay que realizar transformaciones significativas en los sistemas alimentarios, puesto que, de lo contrario, será imposible lograr un nivel de producción que sea capaz de cubrir nuestras necesidades utilizando los recursos naturales existentes1. Debido a la globalización y la creciente exportación de alimentos, hoy en día tenemos a nuestra disposición productos de todo el mundo, de manera que alimentos que hace unas décadas eran totalmente desconocidos en nuestro entorno, ahora configuran nuestra alimentación cotidiana. Aunque esto nos aporta muchos aspectos positivos, trae consigo otros negativos, como la huella de carbono generada por la gran exportación de alimentos. En cualquier caso, también hay que tener en cuenta que la agricultura autóctona se va adaptando a la inclusión de dichos alimentos, como es el ejemplo del mango: hace 30 o 40 años su consumo estaba limitado a su importación de otros países, pero hoy en día es posible consumir mango cultivado en diferentes localizaciones españolas, como Málaga. Los estudios más recientes han demostrado que una alimentación basada en alimentos de origen vegetal ayuda a mantener un sistema de agricultura más sostenible2,3. Si comparamos la producción de 1 kg de proteína de ternera frente a un 1 kg de proteína de judías, se necesita 18 veces más superficie de tierra para conseguir ese kg de proteína de origen animal. Siguiendo con la misma comparativa, hace falta 10 veces más agua, 9 veces más combustible, 10 veces más pesticidas y 12 veces más fertilizantes4. Además, estudios recientes demuestran que aproximadamente el 83 % de las tierras de cultivo se utilizan para producir carne, huevos, pescados de crianza y productos lácteos, aunque tan solo nos proporcionan el 18 % de calorías y el 37 % de proteínas de un día5. Pero, ¿podemos cubrir nuestros requerimientos nutricionales con una alimentación basada principalmente en alimentos de origen vegetal? La respuesta es sí. Los últimos estudios confirman que las dietas basadas en alimentos proteicos de origen vegetal, como las legumbres o los frutos secos, pueden cubrir los requerimientos proteicos en el contexto de una dieta adecuada y equilibrada6,7. Además, es importante mencionar que se ha visto que el seguimiento de dietas basadas en alimentos de origen vegetal podría prevenir millones de muertes prematuras al reducir los factores de riesgo de enfermedades asociadas al sobrepeso y la obesidad, como diabetes tipo 28, hipertensión9, enfermedades cardiovasculares10 y ciertos tipos de cáncer11. Este hecho es muy importante, puesto que, en 2022, 2.500 millones de adultos tenían sobrepeso, de los cuales más de 890 millones eran obesos12. En relación con lo anterior, en un metanálisis realizado con 15 ensayos clínicos en los que se estudió el impacto del seguimiento durante cuatro semanas o más de dietas veganas y vegetarianas, sin restricciones calóricas, sobre el peso corporal, concluyeron que el peso puede disminuir un promedio de 3,4 kg13. Además, otro metanálisis realizado con siete ensayos clínicos concluyó que una dieta basada en alimentos vegetales disminuye significativamente el peso corporal de personas con diabetes tipo 214. En 2021, un estudio de cohortes prospectivos realizado con 698.707 participantes concluyó que las dietas basadas en alimentos vegetales se asocian con un 16 % menos de riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares15. Además, también se ha demostrado que el seguimiento de una dieta vegetariana, en comparación con una dieta omnívora, puede reducir significativamente tanto el colesterol total como el colesterol LDL16. ¿Es necesario seguir dietas vegetarianas o veganas para mejorar nuestra salud y el impacto ambiental de nuestra alimentación? Sí y no. Esta respuesta ambigua se debe a que la reducción del consumo de alimentos de origen animal se asocia con mejor estado de salud y un menor impacto ambiental, pero no se reduce solo a su eliminación total. De hecho, la Comisión EAT-Lancet desarrolló un patrón dietético saludable de referencia (no muy diferente al de la dieta mediterránea) que permitiría a la humanidad mantenerse dentro de un espacio seguro en términos de cambio climático, uso de tierras y agua dulce, pérdida de biodiversidad y contaminación por nitrógeno y fósforo, estimando una población global de 10 mil millones17. Este patrón dietético consiste principalmente en frutas y verduras, cereales integrales, legumbres, frutos secos y grasas insaturadas; un consumo bajo/ moderado de pescado y aves y un consumo nulo o bajo de carne roja, carne procesada, productos azucarados, cereales refinados y vegetales ricos en almidón. ¿Qué está en nuestra mano y qué podemos hacer? Como los resultados de los estudios arriba mencionados hacen ver, no es solo que una dieta saludable y una alimentación sostenible son perfectamente compatibles, sino que van de la mano. Por lo tanto, es interesante tener en cuenta algunos pequeños cambios en nuestro día a día con los que realizar grandes aportaciones a nuestra salud y la del Planeta: 1. Fomentar el consumo de alimentos de origen vegetal. El objetivo es disminuir el consumo de aquellos de origen animal. Para ello, lo ideal sería consumir más legumbres y frutos secos como fuente de proteína, moderar el consumo de aves, huevos y pescado y reducir o incluso no consumir carne roja y otras carnes procesadas 2. Consumir alimentos de temporada. Esto nos ayudará a escoger los alimentos de temporada respetando cada estación del año, ayudando así a consumir alimentos locales y que no requieren invernaderos o transporte. 3. Consumir alimentos de proximidad. Además de que va unido a lo indicado en el punto anterior, consumir alimentos de proximidad debería ser nuestra máxima.
RkJQdWJsaXNoZXIy NTI5ODA=