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69 Al margen de cual sea la estación en la que se esté, sin olvidar el invierno, ya no hay excusas para no atender el cuidado de la piel en todo lo que merece. Ante la amenaza que supone el envejecimiento cutáneo, el farmacéutico comunitario es el primer agente de salud en recordar al ciudadano que se trata de un fenómeno natural que, sin embargo, puede ser controlado en un 80 %, dado que viene escasamente condicionado por la genética. De forma que es posible actuar antes, e incluso después, de la aparición de las manchas, las arrugas y esos antiestéticos, pequeños y dilatados vasos sanguíneos de la piel que se llaman telangiectasias. Un envejecimiento marcado por la biología que responde a nueve signos de base molecular, como la inestabilidad del genoma, el deterioro de los telómeros, las alteraciones epigenéticas por metilación del ADN y la modificación de histonas, la bajada de la proteostasis, la deficiente detección de nutrientes, el mal funcionamiento de las mitocondrias, el envejecimeinto celular (senescencia), el agotamiento de las células madre y la distorsión de la comunicación entre dichas células. Fenómenos todos ellos íntimamente ligados entre sí que llevan a una caducidad de las células que también puede mostrarse acelerada y volverse patológica. Mirando al exposoma de frente En función de la intensidad de los fenómenos repasados arriba, células y tejidos pueden mostrar una edad biológica coincidente o no con la cronológica. Porque las células son sensibles a un entorno que es capaz de influir en su epigenética. Se trata de un entorno en el que se agrupan siete factores externos bajo el término de exposoma, siendo estos la luz solar, la contaminación, la climatología, los tóxicos como el tabaco, la alimentación cuando no es sana, el déficit de sueño reparador y el omnipresente estrés. Unos causantes que pueden actuar de forma sinérgica para acelerar el proceso de envejecimiento, como ocurre con la fotopolución como resultado del efecto combinado de la luz solar y la contaminación. El daño actínico que produce fotoenvejecimiento se debe a las diferentes longitudes de onda con los que la luz solar incide en la piel. La radiación más conocida es la luz ultravioleta (UV), en sus variantes UVA y UVB. Donde la primera de ellas llega hasta la dermis para alterar el funcionamiento profundo de la piel mediante estrés oxidativo: se activan las metaloproteinasas (MMP), que son enzimas degradadoras del colágeno con pérdida de la homogeneidad y surgimiento de arrugas. Frente a la radiación UVB que, aunque se queda más en superficie, puede afectar el ADN de la piel y provocar carcinogénesis, a parte de provocar una menor producción de melanina por los melanocitos que produzca manchas tipo léntigo allí donde dé la luz en la piel. Mientras que la radiación infrarroja (IR), que es luz visible y la mitad de la radiación solar, sobreexpresa metaloproteinasas que reducen la síntesis de procolágeno I en la dermis. Dentro de esta luz visible, la luz azul es la que produce un mayor envejecimiento. En su parcela, la contaminación atmosférica, agravada por las calefacciones en invierno, es el factor de mayor impacto en la salud al producir un estrés oxidativo prolongado en la dermis por alteración del colágeno, con mayor prevalencia en los fototipos altos. Al igual que en zonas de alta contaminación se dan más casos de melasma o‘máscara del embarazo’por hipermelanosis. Respecto al clima, sí se confirma el papel del calor en el envejecimiento de la piel, pero se ignora todavía a ciencia cierta si el frío podría tener algún efecto protector o no. Un envoltorio de los estilos de vida que pueden llevar a carcinogénesis, en sintonía o no con la falta de sueño y el muy nocivo estrés, convergentes al reducir la elasticidad e hidratación de la piel. Características a cuidar con una adecuada alimentación que también redunda en una mejor piel. También se han dejado claras las relaciones entre exposoma y acné, causado por la inflamación del folículo pilosebáceo que produce microcomedones, pápulas y pústulas. Dado que la dieta, la contaminación, la medicación, la microbiota y los cosméticos son parte del exposoma que exacerba el acné. De forma que las personas afectadas deben evitar productos tópicos para la piel y maquillajes que contengan aceites esenciales, polvos y limpiadores y jabones alcalinos. Mientras que los limpiadores suaves pueden liberar la piel de grasa, suciedad y residuos que pueden provocar o agravar el acné. Por otro lado, el uso prolongado de mascarillas, como se hace tradicionalmente en Asia, puede causar maskné, que es un tipo de acné mecánico que se produce por rozamiento del propio elemento inicialmente protector. Ocurre porque la presión localizada en la parte tapada de la cara incide en las glándulas sudoríparas, irrita la barrera cutánea y mantiene en la zona un exceso de calor y humedad. De lo que resulta aconsejable eludir el maquillaje, usar limpiador facial suave con ácido salicílico y una crema hidratante tópica con efecto hidratador, además de cambiar regularmente las mascarillas tras su uso. Atentos a todos estos aspectos, los farmacéuticos comunitarios también están junto a los ciudadanos para recordarles que se abriguen bien ante los inminentes fríos porque, entre otras cosas, y como se recordó el pasado 27 de noviembre de este año, día nacional de las pieles atópicas, tanto el estrés como las bajas temperaturas agravan los casos de dermatitis atópica. En punto álgido de información Desciende la temperatura en los termómetros, pero no el interés por disponer de la mejor información de mercado, que sigue en lo más alto. En el caso de los productos del grupo Tratamiento de la Piel (06) es aún más sencillo disponer del dato exacto con la metodología de la firma IQVIA

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