EL EXPERTO 98 intercelular, que están interconectados entre sí. Los mecanismos epigenéticos regulan directamente la homeostasis y la regeneración de la piel, pero también marcan la senescencia celular y los procesos de envejecimiento natural y patológico. En los últimos años, a nivel experimental, se han diseñado relojes epigenéticos que pueden establecer la edad biológica de las células y detectar aquellos tejidos que tienen una edad más o menos avanzada de la esperada. Por otro lado, sabemos que nuestro modo de vida y el entorno en el que nos movemos pueden generar también alteraciones moleculares y modificaciones epigenéticas, entre otros, que son las que a largo plazo provocan un mal funcionamiento de las células cutáneas. Al conjunto de factores externos que pueden repercutir en este proceso se le denomina‘exposoma’. Tradicionalmente está conformado por siete factores que comentaremos a continuación: el sol, la contaminación, el clima, el tabaco, el estrés, la nutrición y la falta de sueño. El sol Es el factor externo que más peso tiene en el envejecimiento de nuestra piel. La luz solar está compuesta de diferentes longitudes de onda, que en diferente grado pueden influir en el llamado ‘daño actínico’ que induce fotoenvejecimiento. Por un lado, la radiación más estudiada y conocida es la ultravioleta (UV). A su vez, puede dividirse en radiación UVA y UVB (pues la UVC también existe, pero no alcanza la superficie cutánea). La primera tiene capacidad de penetrar en profundidad hasta nuestra dermis generando ahí un gran estrés oxidativo que indirectamente lleva a un mal funcionamiento cutáneo. Así, se produce una activación de las metaloproteinasas (MMP), enzimas con capacidad de degradación del colágeno. Al dañarse este, la piel pierde consistencia, dando lugar a la formación de arrugas. La radiación UVB, sin embargo, tiene un efecto más superficial. Principalmente ha sido estudiada en relación con el cáncer de piel, debido a que produce mutaciones específicas en el ADN que promueven la carcinogénesis. No obstante, dada su capacidad de influir en la producción de melanina por parte de los melanocitos, se considera que su implicación también es considerable en la aparición de manchas tipo léntigo en zonas fotoexpuestas. Por otro lado, tanto la radiación infrarroja (IR) como la luz visible (que supone el 50 % de la radiación solar) han mostrado tener repercusión en el envejecimiento de la piel, pues provocan una sobreexpresión de ciertas MMPs y una reducción en la síntesis de procolágeno I en la dermis. Dentro de la luz visible, la luz azul específicamente es la que más influye en el envejecimiento de la piel. A nivel molecular, un estudio recientemente publicado en la British Journal of Dermatology explica que, curiosamente, el reloj epigenético de la piel expuesta al sol está desregulado, considerando los autores que esto es una respuesta maladaptativa frente a los efectos carcinogénicos del sol. Contaminación La contaminación aérea es la que más peso tiene en la salud. Existen diferentes moléculas que pueden ser dañinas en este sentido (partículas en suspensión, diversos gases). Se ha visto que la exposición crónica a un ambiente contaminado aumenta el estrés oxidativo en la dermis, que puede inducir una degeneración del colágeno. Por otro lado, y especialmente en fototipos altos, la prevalencia de melasma es mayor en personas expuestas a un entorno contaminado. También puede afectar a la producción sebácea de la piel. Además, la exposición a PM y NO2 se ha relacionado con cambios epigenéticos (mayor metilación del ADN) cutáneos, específicamente en mujeres de color. El clima El calor per se, independientemente del producido por los rayos infrarrojos del sol, también causa envejecimiento de la piel, tal y como se ha visto, por ejemplo, en la piel de los brazos de panaderos. Sin embargo, se desconoce el efecto del frío en relación con el envejecimiento de la piel y si podría tener un efecto protector. El estilo de vida Los hábitos que llevamos en nuestro día a día tiene una influencia grande a nivel de nuestra salud global, así como en el riesgo de enfermedades o carcinogénesis. El estrés y la falta de sueño influyen en nuestra salud global. Se hipotetiza que el efecto proinflamatorio de los mismos puede estar detrás de los cambios que origina la falta de sueño en cuanto a barrera cutánea, flujo sanguíneo, hidratación y elasticidad. Es reconocido que una dieta equilibrada es beneficiosa para la salud y el envejecimiento. Se ha visto también que los cambios epigenéticos propios de un envejecimiento celular son menos frecuentes en personas con una alimentación sana. Es muy probable que esto repercuta también al envejecimiento de la piel. Conclusión En conclusión, la mayor parte de nuestro envejecimiento cutáneo no está determinado por nuestros genes, sino que en un 80 % tenemos la capacidad de controlarlo, modularlo y prevenirlo. Todo esto lo podemos llevar a cabo haciendo uso de herramientas que están al alcance de nuestras manos. El uso habitual de protección solar frena el efecto del agente más importante en cuanto a envejecimiento cutáneo, con lo que debería ser la base de nuestra rutina preventiva. Una alimentación adecuada, minimizar el estrés, el uso de antioxidantes tópicos y una alimentación equilibrada puede complementar esta rutina y hacer que nuestra piel envejezca de una forma más paulatina. EXPOSOMA 80% GENÉTICA 20% • Contaminación • Clima • Sueño • Estrés • Alimentación • Tabaco SOL • Luz visible • Infrarrojos • UV ENVEJECIMIENTO
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