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Cada vez son más las farmacias que apuestan por ofrecer servicios más allá de dispensar medicamentos. El análisis rápido, en concreto, se está convirtiendo en una herramienta clave para mejorar la atención sanitaria desde el mostrador, ayudar al paciente a obtener respuestas inmediatas y reforzar el papel del farmacéutico como ...
Cada vez son más las farmacias que apuestan por ofrecer servicios más allá de dispensar medicamentos. El análisis rápido, en concreto, se está convirtiendo en una herramienta clave para mejorar la atención sanitaria desde el mostrador, ayudar al paciente a obtener respuestas inmediatas y reforzar el papel del farmacéutico como profesional cercano y resolutivo.
Este tipo de análisis permite detectar, en cuestión de segundos, parámetros básicos como la glucosa, el colesterol o incluso el pH de una muestra. Entre estos test, el control del pH está ganando terreno. Se trata de un procedimiento muy sencillo que puede aplicarse tanto en farmacia como en casa, gracias al uso de productos prácticos y asequibles como el papel indicador de pH, el papel medidor de pH o la cinta indicadora de pH.
Aunque muchas veces lo pasamos por alto, el pH es un indicador muy valioso para entender cómo está funcionando nuestro organismo o cómo reaccionan ciertos productos sobre la piel. Los formatos disponibles para este tipo de mediciones son muy fáciles de usar. Por ejemplo, el clásico papel indicador de pH cambia de color al entrar en contacto con una sustancia, y luego se compara con una escala para conocer su valor. La cinta indicadora de pH, por su parte, suele venir en rollos y permite cortar la cantidad necesaria, ideal para usos frecuentes. Y si se busca más precisión, el papel medidor de pH puede ser una excelente opción.
Todos estos formatos están pensados para una lectura visual rápida y eficaz. Un buen ejemplo es este papel indicador de Pidiscat, disponible en diferentes rangos y presentaciones, adaptados a las necesidades más comunes en oficina de farmacia. Su uso es tan simple como mojar una tira y comprobar el color obtenido. En segundos, se tiene una orientación útil para decidir los siguientes pasos.
En análisis de orina, el pH puede ayudar a detectar infecciones urinarias o valorar el riesgo de cálculos renales. Si el resultado se desvía del rango esperado, el farmacéutico suele recomendar una visita médica.
En control salival, es frecuente en programas de salud bucodental o en pacientes que siguen dietas específicas. También puede usarse para valorar el impacto del estrés en la salud oral.
En cosmética personalizada, conocer el pH es clave al preparar cremas o lociones. Un producto demasiado ácido o alcalino puede alterar la barrera cutánea y generar molestias. Por eso, este tipo de tiras se convierten en aliadas indispensables en el laboratorio.
La incorporación de análisis rápidos en la farmacia no requiere grandes inversiones, pero sí puede marcar un antes y un después en la relación con el paciente. Ofrecer este tipo de controles transmite cercanía, interés y compromiso por parte del farmacéutico. Además, fideliza, ya que el usuario encuentra un servicio útil y sin esperas, justo cuando lo necesita.
Productos como la cinta indicadora de pH o el papel medidor de pH son accesibles, ocupan poco espacio y tienen una larga duración. Son, en definitiva, herramientas que vale la pena tener a mano. La clave está en que el farmacéutico aproveche estas soluciones para resolver dudas rápidas, ofrecer consejo personalizado y reforzar su papel como agente de salud.
Porque a veces, un gesto tan simple como medir el pH puede convertirse en la puerta de entrada a un diagnóstico precoz, una mejora en el bienestar o, simplemente, en una atención más humana.