Estado: Esperando
Se sabe que la integración social está vinculada a una mejor salud autopercibida y a una reducción de los sentimientos de soledad e insatisfacción. Por el contrario, el aislamiento social puede poner en jaque la salud y, en definitiva, la supervivencia. Sin embargo, un aspecto que todavía no se conoce a fondo ...
Se sabe que la integración social está vinculada a una mejor salud autopercibida y a una reducción de los sentimientos de soledad e insatisfacción. Por el contrario, el aislamiento social puede poner en jaque la salud y, en definitiva, la supervivencia. Sin embargo, un aspecto que todavía no se conoce a fondo es el de los efectos dietéticos de dicho aislamento a largo plazo.
Al respecto, un nuevo estudio de la Universidad de Columbia Británica (UBC) (Canadá) sugiere que descubre que las mujeres mayores que se encuentran persistentemente aisladas tienen más probabilidades de no alcanzar el consumo alimentario recomendado lo que da lugar a una peor calidad general de su dieta. Hasta la fecha, ningún estudio ha examinado los efectos de la participación social en relación con los cambios en los indicadores de alimentación saludable entre los adultos mayores.
"Nuestro estudio es uno de los primeros en analizar cómo la diversidad social influye en el bienestar a largo plazo", afirmó la Dra. Annalijn Conklin, autora principal y profesora asociada de la Facultad de Ciencias Farmacéuticas de la UBC. "Los resultados resaltan que las mujeres mayores, que a menudo desempeñan múltiples roles, como pareja, madre, organizadora comunitaria, son, particularmente, vulnerables cuando esos vínculos se desvanecen".
Publicado en la revista 'Nutrients' , el estudio también analizó la variedad de actividades sociales en las que se incluyeron los participantes, como visitar amigos, hacer voluntariado, asistir a reuniones de clubes o eventos educativos o practicar deportes. "Sabemos que el aislamiento social reduce la esperanza de vida, pero la mayoría de los estudios lo concentran en un solo punto. por tanto, nuestro objetivo con este trabajo fue comprender los efectos del aislamiento persistente o cambiante a lo largo del tiempo", señaló la Dra. Conklin.
De los resultados del estudio se desprende que las mujeres que disfrutaban de una variedad de estas actividades tenían más probabilidades de mantener una dieta más saludable, mientras que las que realizaban menos o las dejaban por completo mostraron disminuciones. "Diversas actividades proporcionan una estimulación social, cognitiva o física única que puede fomentar mejores hábitos alimenticios", afirmó la Dra. Conklin. "No se trata solo de mantenerse ocupado, sino de mantenerse conectado de forma significativa en diversos entornos".
Otro aspecto llamativo del trabajo fue que las mujeres que se volvieron socialmente activas después de un período de aislamiento todavía experimentaron un deterioro en la calidad de su dieta al cumplirse seis años.
En definitiva, desde el punto de vista de esta experta, "no basta con animar a la gente a salir más. Necesitamos comprender qué actividades realmente fomentan hábitos saludables y adaptar los consejos a la población mayor".