La necesidad acuciante de comprender mejor las vías de exposición, absorción y eliminación, en el organismo humano, de los microplásticos y nanoplásticos (pequeños fragmentos de polímeros degradados que están presentes en el aire, el agua y el suelo) y las posibles consecuencias para la salud ha conducido a investigadores de la ...
La necesidad acuciante de comprender mejor las vías de exposición, absorción y eliminación, en el organismo humano, de los microplásticos y nanoplásticos (pequeños fragmentos de polímeros degradados que están presentes en el aire, el agua y el suelo) y las posibles consecuencias para la salud ha conducido a investigadores de la Universidad de Nuevo México (UNM) (EEUU) a realizar un estudio para evaluar la distribución relativa de estos materiales en los principales órganos tales como hígado, riñón, y cerebro humanos.
La mayoría de los microplásticos en el cuerpo se ingieren a través de los alimentos, especialmente la carne, ya que la producción comercial de carne tiende a concentrar los plásticos en la cadena alimentaria.
Mayor concentración en el cerebro
Los hallazgos, publicados en 'Nature Medicine', constatan una mayor concentración de estos fragmentos en el cerebro que en otros órganos del cuerpo humano. Lo que es peor, según destacaron, es la acumulación progresiva de estos plásticos que ha aumentado un 50% en tan solo los últimos ocho años.
"El ritmo de acumulación refleja la cantidad cada vez mayor de desechos plásticos en este planeta.Esto realmente cambia el panorama", según el toxicólogo Matthew Campen, profesor distinguido y regente de la Facultad de Farmacia de la UNM.
Los autores del estudio observaron que gran parte del plástico parece ser mucho más pequeño de lo que se pensaba anteriormente, según la escala nanométrica, aproximadamente dos o tres veces el tamaño de los virus.
La investigación llevada a cabo se sustenta en un método novedoso ideado por los investigadores de la UNM para especificar y cuantificar los microplásticos en el tejido, que se ha utilizado previamente para documentar cantidades de plásticos en placentas humanas y en testículos humanos y caninos.
Para este trabajo se analizaron muestras de tejido cerebral donadas por la Oficina del Investigador Médico de Nuevo México, que por ley debe conservar el tejido de las autopsias durante siete años antes de desecharlo. El tejido cerebral más antiguo databa de 2016, en promedio, y se comparó con tejido de 2024. Todas las muestras se recogieron de la corteza frontal, la región del cerebro que se encuentra por encima y detrás de los ojos.
Una docena de polímeros diferentes
Con dicha técnica lograron detectar y cuantificar 12 polímeros diferentes, el más común de los cuales fue el polietileno, ampliamente utilizado para envases y contenedores, incluidas botellas y vasos. Asimismo, encontraron grupos de fragmentos de plástico afilados con una medida de 200 nanómetros o, incluso, no mucho más grandes que los virus. "Estos son lo suficientemente pequeños como para cruzar la barrera hematoencefálica aunque no está claro cómo se transportan realmente las partículas al cerebro", según señaló el prof. Campen.
Los microplásticos tienden a acumularse en las células grasas de la capa aislante de mielina del cerebro, que envuelve las neuronas y ayuda a regular la transmisión de señales. Esto, a su vez, podría ayudar a explicar las mayores concentraciones de plástico en el cerebro."Existe la posibilidad de que estos nanomateriales interfieran con las conexiones entre los axones en el cerebro. También podrían ser una semilla para la agregación de proteínas involucradas en la demencia, aunque se trata solo de estimaciones", agregó el experto.
"Como los polímeros existentes pueden tardar décadas en descomponerse en partículas microscópicas, las concentraciones de micro y nanoplásticos en el medio ambiente seguirán aumentando durante los próximos años", indicó el prof. Campen, quien considera que hay mucho todavía por esclarecer. "Tampoco está claro qué efectos podría tener el plástico, que se considera biológicamente inerte y se utiliza en aplicaciones médicas como stents cardíacos y articulaciones artificiales. Las características físicas de estas partículas pueden ser el verdadero problema, en lugar de algún tipo de toxicidad química", concluyó.