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Que la vitamina D permita absorber el calcio y fósforo en el intestino y ayude a tener unos `huesos más fuertes´ es solo la punta del iceberg de las muchas otras implicaciones que esta vitamina, o, mejor dicho; esta hormona, tiene en nuestra salud en general.
Y es que el déficit mantenido de vitamina D no solo se asocia con el raquitismo en niños y la osteomalacia en adultos, sino que también se relaciona con una menor fuerza muscular y con un mayor riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares y autoinmunes e, incluso, con alteraciones tan diversas como la infertilidad y la depresión.
La principal fuente de esta vitamina es la síntesis cutánea por exposición solar UVB (representando el 90 % del aporte) y, como fuente complementaria, la alimentación (10 %). Hoy, podemos afirmar que hay una alta prevalencia de insuficiencia o deficiencia de esta vitamina en nuestro país.
Identificar una situación deficitaria no es fácil a simple vista, ya que en la mayoría de los casos resulta ser asintomática o los síntomas que podrían aparecer son bastante inespecíficos (cansancio, irritación o sensación de tristeza).
Pero, ¿cuáles son los niveles óptimos de vitamina D en sangre para asegurar una buena salud? Dada la alta prevalencia de su déficit, ¿es necesaria la suplementación sistemática en toda la población? Esto sigue siendo motivo de debate y aún no existe un consenso universal para establecer unas recomendaciones en la prevención y el tratamiento de la misma.
Con todo ello, desde la farmacia podemos crear consciencia de su importancia para nuestra salud y dar recomendaciones a través de nuestro consejo farmacéutico y nutricional para lograr mejorar sus niveles. Más que una vitamina
Aunque la vitamina D pertenezca a la familia de las vitaminas liposolubles, ésta es considerada una hormona. Además de contribuir a la salud musculoesquelética, existen receptores para la vitamina D extendidos por todo nuestro organismo y, entre sus muchas funciones, están la de regular la expresión de genes, modular el crecimiento y diferenciación celular y potenciar la inmunidad.
De hecho, diversos estudios relacionan la deficiencia de vitamina D con un mayor riesgo cardiovascular (hipertensión arterial), diabetes, síndrome metabólico, enfermedades autoinmunes, depresión y determinados tipos de cáncer (colon, próstata y mama). Su deficiencia en España, ¿realidad o mito?
España podría resultar, por su climatología, proclive a la producción de vitamina D, y aunque resulte paradójico, el déficit de la misma es una realidad. La explicación posible se basa en estos motivos: un aporte dietético escaso (no se compensa con la síntesis cutánea), la latitud, el ángulo con el que inciden los rayos solares (cuanto más oblicuo, menos eficacia de síntesis) y el fototipo de la mayoría de los españoles (en piel oscura, la radiación penetra menos).
Determinación de su déficit
El marcador del estatus corporal de vitamina D es la 25-hidroxivitamina D plasmática. Aunque existe controversia de cuáles serían los niveles óptimos para lograr una buena salud en general, se establece que para lograr una salud ósea los valores han de estar comprendidos entre 25-50 ng/ml, rango que se adaptará en función de si el paciente es una mujer en etapa postmenopáusica, un adulto mayor frágil o tiene osteoporosis, entre otras circunstancias particulares.
Consejo farmacéutico
Exposición solar
Es difícil saber con exactitud la cantidad de vitamina D producida con la exposición solar, ya que depende de factores como la edad, el fototipo, la estación del año, la hora del día o la latitud geográfica. Además, se tiene presente el aumento del riesgo de desarrollar melanoma por una exposición solar excesiva.
Por tanto, la idea es que, con una exposición solar limitada, podemos sintetizar suficiente vitamina D. Como aproximación, una exposición solar en cara y manos de 12 minutos sería suficiente para incrementar el nivel de 25-hidroxivitamina D en 6,3 ng/ml.
Interacción fármaco-nutriente
Principalmente, podemos poner el foco en los pacientes tratados de manera mantenida con glucocorticoides en general, ya que éstos, al inducir pérdida ósea, harían que la suplementación con vitamina D fuese especialmente relevante.
Por otro lado, la dexametasona, nifedipino y espironolactona activan la degradación de la vitamina D. Y tampoco podemos olvidar que el principio activo orlistat puede producir mala absorción de esta vitamina liposoluble.
Suplementación
La suplementación como tratamiento se lleva a cabo en lactantes (la leche materna ofrece una cantidad insuficiente de vitamina D), en pacientes con osteoporosis (donde dicha suplementación deberá ir acompañada de calcio y ejercicio físico) y en personas que presentan insuficiencia o déficit por no llevar una exposición solar y alimentación adecuadas. También se sugirió que esta suplementación podría tener un efecto beneficioso en pacientes con Covid-19. En cualquier caso, la pauta debe adecuarse a cada paciente y ser prescrita por un médico para evitar posibles problemas de salud por acúmulo de esta vitamina. La hipervitaminosis D (niveles superiores a 88 ng/ml de 25-hidroxivitamina D) siempre viene de una suplementación inadecuada.
Además, la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición recomienda monitorizar a los pacientes inicialmente cada 3-4 meses, y una vez alcanzadas las concentraciones adecuadas de 25-hidroxivitamina D, cada 6-12 meses. Por otro lado, no existe suficiente evidencia para el uso de suplementos de vitamina D con el fin de obtener beneficios extraóseos.
Los principios activos comúnmente utilizados son: colecalciferol o calcifediol. El calcifediol tiene un tiempo de vida media más corto, es más potente y tiene mayor rapidez de acción que el colecalciferol.
Consejo nutricional
Hay pocos alimentos que la contienen, y en general, en cantidad escasa.
5 alimentos ricos en vitamina D
Aproximadamente, el aporte de vitamina D por cada 100 g o 100 ml de producto, son, según la Red BEDCA:
Aceite de hígado de bacalao (aunque a día de hoy es poco utilizado): 8400 UI.
Sardina, boquerón y salmón: 280-320 UI.
Huevos: 80-456 UI.
Leche de almendras: 200 UI.
Alimentos fortificados (zumos, cereales y productos lácteos enriquecidos con vitamina D): con al menos 30 UI por cada 100 ml o 100 g de producto (Directiva 90/496 CEE).
De manera orientativa, se sugiere que la ingesta diaria recomendada para personas con escasa exposición al sol sea de al menos 600 UI, disminuyéndose a 400 UI en niños hasta un año y aumentándose a 800 UI en adultos a partir de los 70 años. Estas ingestas deberán adaptarse según la situación particular de cada paciente.
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