La introducción de nuevas fuentes de alimentos entre la población general que se ha intensificado en última década, con nuevos ingredientes incluidos insectos, algas y otros tipos de alimentos cultivados requiere evaluaciones de seguridad que incluyan la detección de toxinas, carga patógena y, en particular, alérgenos. Sobre ello, diferentes estudios han intentado ...
La introducción de nuevas fuentes de alimentos entre la población general que se ha intensificado en última década, con nuevos ingredientes incluidos insectos, algas y otros tipos de alimentos cultivados requiere evaluaciones de seguridad que incluyan la detección de toxinas, carga patógena y, en particular, alérgenos. Sobre ello, diferentes estudios han intentado abordar esta temática. Uno de ellos, publicado recientemente en la revista ´Molecular Nutrition & Food Research´, analizó una serie de productos alimenticios elaborados a partir de insectos como grillos y moscas soldado negras para determinar su contenido proteínico y su potencial de producir reacciones alérgicas.
Hasta ahora, se ha identificado la tropomiosina como principal alérgeno procedente de insectos; sin embargo, no se han caracterizado bien otros alérgenos potenciales y se desconoce el impacto de los procedimientos de extracción en la reactividad inmunológica. Precisamente, investigadores, procedentes de la Universidad James Cook (Australia) partieron de la circunstancia de que las proteínas alergénicas son complicadas de analizar, ya que, por lo general, son inofensivas para la comunidad no alérgica. "Y es que cada vez se fabrican más proteínas de insectos comestibles para el consumo de personas y mascotas como una forma sostenible de alimentar a la creciente población mundial", como reconocieron el prof. Andreas Lopata y el Dr. Shay Karnaneedi, del Instituto Australiano de Salud y Medicina Tropical de la citada Universidad.
Alergia alimentaria
Como recordaron los autores, los insectos están estrechamente relacionados con los crustáceos, como las gambas, los cangrejos y las langostas, ya que pertenecen al mismo filo: Artrópodos. "La alergia alimentaria a los crustáceos afecta hasta al 4% de la población, y esas personas corren un riesgo significativo de sufrir una reacción alérgica después de comer alimentos a base de proteínas de insectos", según advirtió el profesor Lopata.
La combinación de los hallazgos obtenidos implica que las herramientas de diagnóstico, los kits de prueba de alérgenos y el etiquetado de alérgenos alimentarios deben tener en cuenta estos alérgenos únicos en los insectos comestibles para prevenir y mejorar el manejo clínico de las reacciones alérgicas accidentales a los insectos comestibles, que podrían ser una de las principales fuentes de proteínas para la población humana en el futuro.
"Nuestro estudio demostró que la forma en que se elige extraer las proteínas de los insectos influye en la identificación de alérgenos dentro de diferentes especies de insectos", señaló, por su parte, la prof. Michelle Colgrave, de CSIRO y la Universidad Edith Cowan.
Es por ello que los autores de este trabajo consideran que los kits de prueba de alérgenos alimentarios y el etiquetado de alérgenos alimentarios deben tener en cuenta estos alérgenos únicos en los insectos comestibles, "especialmente porque probablemente serán una fuente primaria de proteínas alimentarias para la creciente población humana", concretó el Dr. Karnaneedi.