Nuestro intestino actúa como un segundo cerebro, tiene influencia sobre el neuro-desarrollo y las alteraciones cognitivas, además de ser capaz de regular el estado emocional. Alrededor de esta premisa se desarrolló en Granada el pasado día 12 de febrero el XI Workshop de la Sociedad Española de Microbiota, Probióticos y ...
Nuestro intestino actúa como un segundo cerebro, tiene influencia sobre el neuro-desarrollo y las alteraciones cognitivas, además de ser capaz de regular el estado emocional. Alrededor de esta premisa se desarrolló en Granada el pasado día 12 de febrero el XI Workshop de la Sociedad Española de Microbiota, Probióticos y Prebióticos (SEMIPyP) con la asistencia de más de 350 personas, marco en el que tuvo lugar el Taller de psicobióticos patrocinado por Neuraxpharm.
Según declara el Dr. Manuel Martín Carrasco, vicepresidente de la Sociedad Española de Psiquiatría, "el intestino humano contiene alrededor de 100 millones de neuronas, el mayor contingente neuronal fuera del cerebro, con el que guarda similitudes estructurales y funcionales; de ahí la denominación de segundo cerebro". Esta red neuronal intestinal está conectada con el cerebro de forma bidireccional, constituyendo el denominado eje intestino-cerebro.
La comunicación bidireccional intestino-cerebro
El eje intestino-cerebro supone un complejo sistema de interconexiones multidireccionales que constituye la vía de comunicación entre la microbiota y el cerebro, y permite entender el papel de la microbiota en la salud. Según apunta la Dra. Mónica De la Fuente, del Departamento de Genética, Fisiología y Microbiología de la Universidad Complutense de Madrid, dada la bidireccionalidad del eje, todo lo que sucede en el cerebro va a influir en el intestino, modificando su actividad y a la microbiota. El adecuado diálogo de todos los componentes del eje, que se establece de forma muy temprana tras el nacimiento, va a permitir el mantenimiento de una buena salud a lo largo de toda la vida.
Existen muchos factores que pueden alterar ese eje y están en la base de numerosas patologías, no solo del ámbito digestivo sino de más los órganos y sistemas. Cabe mencionar desde enfermedades psiquiátricas como la ansiedad y la depresión, pasando por la esquizofrenia, el trastorno bipolar o el autismo, hasta enfermedades neurodegenerativas como el Parkinson o el Alzheimer.
La relación de la microbiota con la salud mental.
Existen sólidas evidencias de que la comunicación bidireccional entre intestino y cerebro involucra vías de señalización neurológica, metabólica, hormonal e inmunológica, y que la alteración en estos sistemas puede favorecer la aparición de trastornos psiquiátricos o alteraciones de conducta, entre otras manifestaciones clínicas. El Dr. Martín expone que "en el momento actual, tras una dilatada experimentación preclínica, se están dando los primeros pasos para demostrar el efecto favorable de determinadas formulaciones de psicobióticos en distintas enfermedades y patologías neurológicas y psiquiátricas, como complemento de los tratamientos convencionales. De esta manera, hay indicios alentadores en autismo, enfermedad de Alzheimer, depresión y ansiedad".
A tenor de estas investigaciones es evidente por qué el eje microbiota-intestino-cerebro está convirtiéndose en uno de los focos de la investigación neurocientífica, e incluso se puede llegar a afirmar que los probióticos podrán ayudar a mejorar una de las enfermedades del siglo XXI: el estrés. El Dr. Martín expone que "la regulación de la respuesta al estrés puede ser uno de los mecanismos fundamentales por los que la microbiota puede influir en la presentación de trastornos psiquiátricos", y que existen investigaciones que sugieren que "un probiótico puede modular el equilibrio entre inhibición/excitación en el Sistema Nervioso Central y así modular la respuesta sistémica el estrés".
En esta misma línea, Guillermo Álvarez, presidente de SEMIPyP, declara que "el estrés o el estado de ánimo, así como enfermedades como la ansiedad o depresión o síntomas asociados como las alteraciones del sueño podrían controlarse mejorando nuestra microbiota. Aunque no hay que olvidar la importancia de cuidar factores como la dieta o un estilo de vida saludable", a lo que añade que "la investigación sugiere que los psicobióticos pueden ser útiles en los trastornos afectivos en humanos, lo que abriría una inmensa puerta a nuevos tratamientos y a la comprensión de un eje hasta ahora minusvalorado".
Los probióticos: un arma terapéutica para mejorar la calidad de vida de pacientes con transtornos del espectro autista.
Una de las principales líneas de investigación que se está desarrollando en la última década trata sobre el posible e importante papel que podría jugar la microbiota intestinal en el comportamiento social. Según expone el Dr. Álvarez, seguramente sea en los trastornos del espectro autista donde se han desarrollado más investigaciones modulando la microbiota tanto con el empleo de probióticos como con el trasplante fecal. Esto ha traído consigo muchas expectativas, tanto para los profesionales sanitarios como para los familiares de los pacientes con trastornos del espectro autista (TEA), ya que uno de los objetivos principales en estos niños y adolescentes es el de mejorar su calidad de vida. Aunque hay que ser cautos, apunta que "sabemos que los niños con trastornos digestivos al mejorar éstos usando probióticos, secundariamente también lo hacen en la esfera del comportamiento".
El eje intestino-cerebro ha abierto un nuevo paradigma de intervención en el campo de los trastornos mentales que ha sido recibido con optimismo, por lo que ya resulta plausible la idea de que, en el futuro, el tratamiento de la enfermedad psiquiátrica podría realizarse a través de un abordaje global, combinando la actuación de probióticos en el eje intestino-cerebro con los medicamentos psicotrópicos tradicionales.