Uñas: principales cuadros patológicos

Aunque pueda no parecerlo, las uñas están ahí por algo. Más allá de su papel en la estética de las manos o los pies, las uñas protegen físicamente la parte distal de los dedos, ayudan a coger objetos pequeños y mejoran la sensibilidad fina.

Sus cambios en color o forma, así como el dolor, son motivos frecuentes de consulta tanto en el dermatólogo como en la oficina de farmacia. Aclaremos, pues, en este artículo, los puntos más relevantes sobre el funcionamiento fisiológico y patológico de las uñas, así como el enfoque terapéutico en las distintas situaciones.

¿Cómo funciona la uña?

El crecimiento de la uña se origina a través de su matriz, la cual se encuentra en la zona más proximal de la misma, oculta por un pliegue cutáneo. El ciclo completo de las uñas de las manos dura aproximadamente seis meses, mientras que en el caso de las de los pies dura un año. La velocidad de crecimiento de las uñas va disminuyendo conforme cumplimos años y puede detenerse fruto de enfermedades, traumatismos o algunos medicamentos (por ejemplo, algunos quimioterápicos).

Como consecuencia de esta velocidad de crecimiento, las enfermedades que afectan a las uñas suelen tener un curso progresivo. Su evolución, tanto en cuanto a aparición como en cuanto a curación, suele implicar varios de meses. Desafortunadamente no todas las manifestaciones ungueales tienen solución.

Repasaremos a continuación los cuadros que con mayor frecuencia acuden a nuestras consultas.

Hongos

La onicomicosis es la infección por hongos, habitualmente dermatofitos (el más frecuente, trichophyton rubrum) o levaduras (la más frecuente cándida) de la lámina ungueal. Se caracteriza por un cambio de color, grosor e incluso deformidad en la uña, que va progresando habitualmente de la zona distal a la proximal.

Se calcula que la infección por hongos es causante de hasta el 60% de las anomalías adquiridas en las uñas, siendo más frecuente en adultos que en niños. También es más habitual en las uñas de los pies que en las de las manos. Si bien su frecuencia es elevada, recordemos que no toda alteración en las uñas es una infección por hongos y, por eso, me parece importante destacar el papel de una valoración dermatológica antes del inicio del tratamiento.

El tratamiento tópico con lacas de uñas que contengan antifúngicos (amorolfina, ciclopirox) se indica exclusivamente en onicomicosis poco extensas limitadas a la parte distal de la uña. Puede utilizarse también en personas que desean un tratamiento, pero tienen contraindicación para su uso oral. La aplicación de la laca ha de prolongarse durante varios meses, hasta que la uña crece sin los signos de onicomicosis. En general suele ser una pauta muy poco satisfactoria. El tratamiento oral es más efectivo. La terbinafina es el fármaco de elección para dermatofitos y el itraconazol para levaduras (cándida, por ejemplo).

Sin embargo, el tratamiento de la onicomicosis no es obligatorio. Se plantea este en casos en que el paciente así lo desee por motivos estéticos, en personas con alto riesgo de celulitis en las extremidades inferiores o si produce síntomas o dolores muy molestos.

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